lunes, 28 de octubre de 2013

Fin de semana digno de contar

Madre mía menudo fin de semana que he tenido! Como dice el título, digno de contar. Pero antes de nada ¡novedades! Ya tengo móvil americano, ya tengo adaptador y ya puedo usar el coche. ¡Bieeeeeen! esto ya empieza a ser otra cosa. Sí, sí, sí.

Viernes: Mientras por la mañana estaba trabajando como todos los días, me escribió Anna diciéndome que por la noche había quedado algunas chicas en un pueblo de aquí al lado para jugar a los bolos. Al mismo tiempo yo había quedado con Paola y los dos planes me apetecían un montón. ¿Solución? Decirle a Paola que fuéramos a jugar a los bolos con el resto de chicas.
¿Problema? Paola se toma todo con muchiiiiiiiiiisima calma. Entre que tenia que trabajar, que luego fue al gym y que pasaba de mí, fue imposible ir a jugar a los bolos. Yo hasta ese momento no disponía de coche.

Cuando llegó mi hm a casa le conté todo y para mi suerte y mi sorpresa me dijo que si quería ir a jugar a los bolos con las chicas podía llevarme el coche. En un principio dije que perfecto, genial y maravilloso, me hizo muchísima ilusión escuchar eso la verdad. Pero al ratito me puse a pensar que me tenía que ir hasta otro pueblo, de noche y conduciendo por primera vez aquí. Empecé a pensar de todo. ¿Y si me pierdo? ¿Y si no sé llegar? Es de noche y no conozco las carreteras de por aquí aun... Total que me entró un poco el caguetis y decidí que lo mejor era quedarme en casa y coger el coche al día siguiente de día para empezar a conocer un poco la zona.

Cuando ya estaba casi quedándome dormida, Paola me escribió diciéndome que por qué no nos íbamos de fiesta por aquí. Ok, me parece buen plan. En una hora me vino a buscar (bueno, en una hora quedamos, pero llegó 45 min tarde!) y nos bajamos a la zona de los bares.
Aquí la gente sale súper pronto porque los bares cierran súper pronto, por lo tanto cuando llegamos al primer bar a las 11 de la noche había ya bastante gente. En ese bar te sirven las copas como en "El bar Coyote", con esas mangueras raras y parece ser que lo típico de ahí son las peceras. Sí, beber en una pecera, como las de los peces de toda la vida. Así que nos pedimos una. ¡Cómo no! No sé lo que llevaba, en realidad creo que ninguna lo sabíamos pero ¡qué rica! No sabía a alcohol, a mi me sabía a zumo, así que la verdad que entraba sola.

De ese bar nos fuimos a otro que cuando entramos casi muero. Un olor a pies y a humanidad INSOPORTABLE. ¡Lo juro! Y los que me conocéis, sabéis cómo soy yo con el tema de los olores... Por lo tanto o salíamos de ahí o vomitaba. Pero resulta que ese bar tiene como dos partes, una interior (la que daba verdadero asco) y una exterior tipo terraza pero cubierta y con calefactores como las setas pero colgados del techo. Ahí por suerte no olía mal, así que nos quedamos.

Al ratito de llegar nosotras se empezó a llenar, el ambiente molaba la verdad y cuando menos nos lo esperábamos se nos acercaron tres chicos. Empezamos a hablar con ellos, uno muy majo (el mío), otro muy borracho y el tercero iba a su rollo totalmente. El chico con el que yo estuve hablando me estuvo contando los años que tiene, que sus padres viven en Florida, que él es policía de aquí de Nueva York... (Otro policía más en mi vida... ¡Joder! Qué pocas ganas) Vamos un poco de todo. Y después de pasar el resto de la noche con ellos llegó el momento de irse a casa. Despedidas y números de teléfono.
¿Y ahora qué? Pues nada lo típico mensajito por aquí mensajito por allá...
CONTINUARÁ.

Nos montamos en el coche para ya irnos a casa y nos empezamos a contar momentos de la noche en los que todos nos separamos. Y mientras nos íbamos riendo de una cosa y otra de repente... ¡Pum! Paola se traga un bordillo y revienta una rueda del coche.

Tres chicas inútiles, las 2.30 de la mañana. ¿Qué hacemos? Mientras Paola hacía pucheros, Karen flipaba y yo no podía parar de reírme para un tráiler en la gasolinera que teníamos a 50m. Pues nada, allá que vamos. Es la única salvación que tenemos.
El camionero era un chico joven y muy amablemente accedió a cambiarnos la maldita rueda. Como decía Paola, tenemos un ángel.

Cuando el chico terminó le intentamos dar unos dólares de propina y de agradecimiento pero se negó a cogerlos. Menos mal que paró en esa gasolinera y no en otra porque si no no sé que hubiera sido de nosotras.
¡¡¡¡Gracias camionero por parar ahí y ayudarnos!!!!

Próximo objetivo: Aprender a cambiar una rueda.

Sábado: Por la mañana mis hp me dejaron el coche para que pudiera empezar a conocer los sitios así que quedé con Paola y Karen otra vez para ir a comer por ahí y luego de compras.

Me bajé in GPS al móvil porque el coche que me han dado no lo lleva incorporado y evidentemente sin GPS aquí caca de la vaca.
Cuando me asomé por la ventana como todos los días para ver que tiempo hace vi que hacía un sol increíble y pensé, "Bien, sol. Fantástico. Hoy pantalones cortos y manoletinas". Y yo toda chula así me vestí. Iba monísima, como me dijo Paola, parecía que nunca había roto un plato. Pero madre mía que frío paseeeeeeee!!!! Horrible.

Lección aprendida: Aunque aquí haga sol, hace un frío horroroso.

Quedamos en que iba a buscarlas a casa y de ahí nos íbamos al taller a que la cambiaran las ruedas y ya desde ahí nos fuimos a comer al McDonals porque yo tenía mono de ello.

Cuando terminamos fuimos a un Outlet de aquí al lado y a otro gran almacén muy típico de aquí. Me compre dos sudaderas de GAP por el precio de una, unas botas de pelo que nunca me han gustado porque parecen de andar por casa aunque pero aquí realmente las necesito, y un bolso que también necesitaba. Cuando lo tenía todo vamos a pagar y antes de llegar a la caja el bolso que yo ya llevaba desde casa se me rompe de golpe y se cae al suelo. ¿En serio? Bueno no pasa nada. Cambio de bolso y arreglado.

De ahí ya nos fuimos a casa y cuando llegué tenía en el móvil una invitación para ir a cenar. Aunque parezca mentira y sea la persona más tonta del mundo, la rechacé. :(

Cené con mi hm y me metí en la cama pronto porque el domingo madrugaba para ir a la ciudad.

Domingo: Cojo el tren de las 9.03 porque teníamos que estar en una parte de la ciudad a las 11. Había quedado con Anna en el segundo vagón  del tren y cuando llego a su parada ella está en el andén esperando. Se abren las puertas, la gente sube y baja. Espera, ¿y Anna por qué se queda ahí y no sube? Y justo antes de que se cerrarán las puertas para continuar el camino tuve que asomarme y gritar. La tía se pensaba que ese no era el tren y no tenía pensado subir.

Llegamos a la ciudad y lo primero que nos pasa según nos bajamos del tren es que no sabemos salir a la calle, cuando por fin lo conseguimos nos paramos a comprar algo de desayuno y echamos a andar. Hablamos de todo un poco y de repente me doy cuenta de que se nos ha olvidado que tenemos que estar en el otro lado de la ciudad en 15 min. ¡Oh oh, qué tarde es! Entramos corriendo al metro y no podemos pasar porque sólo se puede acceder con la tarjeta del metro. MIERDA. Salimos a la calle corriendo y el primer taxi que para, ahí que nos subimos. Apenas le estábamos diciendo la dirección a la que queríamos ir cuando aparece la policía. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos paran? se bajan los dos policías del coche y le empiezan a decir al taxista que nos ha cogido en una parte que está prohibido y que por lo tanto le tienen que multar.

Lo típico, dame este papel, dame el otro, necesito esto y necesito lo otro. La policía se lleva toda la documentación del taxista y nosotras ahí, dentro del taxi, esperando y esperando mientras ya eran las 11 menos tres minutos y seguíamos donde habíamos empezado.

Después de unos 15min la policía le devuelve toda la documentación al taxista más la correspondiente multa. No supimos de cuánto se trataba. Pero sí nos contó que por suerte no le habían quitado ningún punto (cosa que para él era muy importante) y que tenía que ir ante el juez en unos días. Muy fuerte.

Por fin nos podemos ir y llegamos a Harlem. Íbamos allí a ver una misa góspel y aunque llegábamos súper tarde resulta que cuando el taxi nos dejó en la puerta había cola para entrar. Cruzamos la calle corriendo, nos unimos a la cola y descubrimos que somos todos españoles. Debe de ser que en España vemos muchas pelis de negros...

El hombre de la puerta nos estuvo explicando que sólo podíamos entrar con él. No móviles. No comida. No bebida. No fotos. No vídeos. No nada.
Por fín nos toca el turno y entramos. No sin antes darnos un sobre donde tenías que meter 10$ de donación. Nosotras metimos 9, lo que teníamos. Y fuimos tontas. Podíamos haber metido el sobre vacío ya que cuando lo recogen pasan una cesta donde la gente va metiendo todos los sobres. Seguro que más de uno fue más listo que nosotras.

La misa, una decepción. Nosotras íbamos con la idea de que se pasaban la misa cantando. Como en las pelis vamos. Pero no. En una hora que estuvimos dentro vimos SÓLO UNA CANCIÓN. el resto de la hora fue todo sermón, sermón y más sermón. Así que muertas de sueño y de hambre nos levantamos y nos fuimos. (Los turistas que van a verlo pueden irse cuando quieran).

Cogemos el metro en dirección Central Park y pensamos en comer por allí. Cuando llegamos lo de siempre, fotitos por aquí, fotitos por allá... Bien, ha llegado e momento de buscar algo para comer. Andamos, andamos y andamos pero todo es igual. Ni una sola indicación de dónde estás tú o por dónde se va a tal o cual sitio. Y teniendo en cuenta que dentro del parque hay hasta un zoo, no estaría de mal que hubiera indicaciones...

HARTAS de andar, estar mega perdidas y no encontrar nada, vemos una chica que vende mapas del parque y en el dibujo sale la moneda de 1 centavo. Pensamos que ese es el precio pero no puede ser. Es completamente absurdo y más teniendo en cuenta de dónde estamos, que aquí es caro hasta el respirar. La preguntamos a la chica que cuánto cuesta y la respuesta es 2 dólares. Bien, estamos forradas de moneditas pero no sabemos e valor de cada una y no podemos usarlas. Así que preguntándole a la chica el valor de cada una reunimos los 2 dólares y nos cogimos un mapa.

Echamos a andar buscando el restaurante más cercano, que de cerca tenía poco por cierto. Y nos volvemos a perder. Media vuelta. Cuando por fín conseguimos encontrarlo entramos y flipamos con la de gente que había allí metida. Alucinante en serio. Preguntamos que si podemos comer y nos dicen que hasta más o menos las 6 no tendremos mesa (eran las 3h). WHAT!?!?!?!?!?!?

¿Solución? Salir de Central Park y comer en el restaurante mas cercano.
¿Problema? Central Park está en la Quinta Avenida. ¿Sabéis lo que eso significa no? Que una comida para dos personas nos costó 80$. Y no pedimos caviar ni mucho menos. Comimos un plato de espárragos compartido, una lasaña, un plato de queso (creemos) y una botella de agua para las dos. Y sí, total: 80$. Evidentemente NO dejamos propina que en EEUU es obligatoria. Entre otras cosas porque nos quedamos sin dinero. Centimillos es lo que llevaba yo en la cartera. 

Ay bueno, no se me puede olvidar mencionar que las mesas estaban separadas por unos 10 cm de distancia y en la misa de al lado yo juraría que se nos sentó un actor. El problema es que no soy capaz de situarle en ninguna serie ahora mismo y tampoco sé el nombre. Pero después de mirarle varias veces se intentó tapar la cara y cuando se levanto para irse se puso una gorra y unas gafas de sol. Si tenemos en cuenta en qué zona de Nueva York estábamos, que coincidencia, ¿no?

Nos levantamos y nos vamos. Anna muerta de sueño y yo bastante cansada ya. Terminamos de comer a las 4.30 de la tarde. Yo creo que la gente que había en el restaurante estaba cenando mientras nosotras comíamos.

Bien ¿y ahora qué? Teníamos que ir desde la Quinta Avenida hasta la estación de tren ANDANDO porque no teníamos ni para el metro. No sé cuanto pudimos andar, pero os juro que fue ¡muchísimo!

Por fin llegamos a la estación de tren para volver a casa. Nos subimos al tren pensando que ahí se había acabado ese maldito día. Pero yo, por desgracia, aun tenía más.

Cuando subí al tren le mande un mensaje a mi hd diciéndole a la hora a la que llegaba para que me fuera a recoger a la estación, como hicimos la semana pasada. No me contestaba, no me contestaba y a mi me parecía raro. Pero tampoco le di demasiada importancia porque todos sabemos que los hombres pasan de todo y para ellos un "ok" es igual a no mandar ningún mensaje.

¿Sorpresa? Cuando llegué a la estación de mi pueblo estaba más sola que la una. Con un frío helador y siendo ya súper de noche. Esperé, esperé, esperé hasta que 15 min después allí seguía sin aparecer nadie. Así que ya un poco hasta as pelotillas escribí a mi hm para saber si él había salido de casa o no. Resulta que no, que no había ido a buscarme porque no tenía ningún mensaje mío. ¿¿Pero cómo que no?? Bueno, puede que yo apuntara su número mal...

Mientras allí esperaba muerta de frío una chica no dejaba de mirarme, me preguntó la hora y me sonreía cada vez que la miraba. Fue a llevar a otra chica y cuando vio que yo ya llevaba allí un buen rato se acercó a mi y me preguntó que si estaba esperando a alguien. Supongo que su buena intención era llevarme a casa. O lo mismo es mucho suponer, ¿quién sabe?

Por fin llegó mi hd haciendo rallies. Me pidió mil perdones y cuando miramos si yo tenía su número mal o qué había pasado, resultó que su pepino de móvil nuevo Samsumg Galaxi Note III (o no se qué) no funciona. Ole, ole, ole. Ya podía estar yo ahí esperando a que me fuera a buscar... Grrrrrr

Por fin llegamos a casa y gracias a la vida el día y el fin de semana de locura se acabó. De no haber sido así, como escribí ayer en Facebook, lo mismo me hubiera atropellado un caracol.

¿Qué pasará el siguiente fin de semana? Veremos...

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